Siempre me han fascinado las historias de millonetis
excéntricos que terminan su días apartados del mundo. Hablo de gente como
Howard Hughes, Salinger, Zulueta, Little y Big Edie, Michael Jackson, Syd
Barret, Bill Watterson, Hunter S. Thompson, Steve Ditko, Mr Chance... o, mi
preferida, Sarah Winchester. De ahí mi entusiasmo ante la escapada de este fin
de semana a Silicon Valley, donde no sólo vimos el tablero de Monopoly más
grande del mundo y a los PIXIES en directo, sino que tuvimos ocasión de visitar
por fin la célebre mansión de esta señora.
Cuando William Wirt, hijo del fundador de la compañía Winchester, murió en 1881, su viuda Sarah heredó la fortuna familiar. Pero a la pobre mujerica, que estaba como una regadera, le atormentaba la idea de que las almas de las personas asesinadas por los rifles de su marido volvieran un día a por ella. Por aquel entonces, la marca se comercializaba con el eslogan "The Gun that Won the West", conque podéis haceros a la idea del recuento de víctimas. La pájara compró una granja y, aconsejada por sus asesores espirituales, dedicó sus 38 años restantes a realizar reformas (no ella, se entiende, sino currelas de la construcción, alguno de los cuales se tiró TODA su vida trabajando en el proyecto), 24 horas al día, siete días a la semana.
Entre tírame este tabique y ponme aquí una cenefa, la
mansión acabó convertida en un descomunal laberinto de escaleras que no
llevaban a ningún lado, ventanas en el suelo, puertas que se abrían a paredes y
armarios como el de Bender. 160 habitaciones, tres ascensores, varias torres y dos
sótanos como campos de fútbol. Todo para que los espíritus vengativos se
perdiesen de camino hacia la propietaria. Llegó un momento en que incluso los
obreros y los sirvientes de la señora tenían que usar mapas para manejarse dentro
de aquel sindiós.
Con todo, el aterrador edificio palidece cuando lo
comparas con el motel de carretera donde acabábamos de pernoctar (escribir
"dormir" habría resultado demasiado generoso). Tengo tolerancia a los
cuchitriles, de hecho puede que hasta los celebre con cierto orgullo masoquista,
pero lo del Traveller's Rest de San José superó todos los límites. Jamás imaginé
que un lugar así fuera posible.
Francamente, cualquier sitio habría sido preferible.
(.)
Qué gran fin de semana habéis pasado, si habéis tenido de todo, no os quejareis! ;)
ResponderEliminarNo, no te equivoques, los que no os quejaréis seréis vosotros.
Eliminar¡Cómo lo vamos a pasar!
(.)
Buffff.... vaya toalla, sabana o tela mugrienta random. Parece sacado del motel lovecraftiano de Insmouth.
ResponderEliminarQué suerte que hayais podido ver la casa Winchester. Envidia máxima >_<