martes, 25 de febrero de 2014

TERROR EN SILICON VALLEY

Siempre me han fascinado las historias de millonetis excéntricos que terminan su días apartados del mundo. Hablo de gente como Howard Hughes, Salinger, Zulueta, Little y Big Edie, Michael Jackson, Syd Barret, Bill Watterson, Hunter S. Thompson, Steve Ditko, Mr Chance... o, mi preferida, Sarah Winchester. De ahí mi entusiasmo ante la escapada de este fin de semana a Silicon Valley, donde no sólo vimos el tablero de Monopoly más grande del mundo y a los PIXIES en directo, sino que tuvimos ocasión de visitar por fin la célebre mansión de esta señora.    

Cuando William Wirt, hijo del fundador de la compañía Winchester, murió en 1881, su viuda Sarah heredó la fortuna familiar. Pero a la pobre mujerica, que estaba como una regadera, le atormentaba la idea de que las almas de las personas asesinadas por los rifles de su marido volvieran un día a por ella. Por aquel entonces, la marca se comercializaba con el eslogan "The Gun that Won the West", conque podéis haceros a la idea del recuento de víctimas. La pájara compró una granja y, aconsejada por sus asesores espirituales, dedicó sus 38 años restantes a realizar reformas (no ella, se entiende, sino currelas de la construcción, alguno de los cuales se tiró TODA su vida trabajando en el proyecto), 24 horas al día, siete días a la semana.


Entre tírame este tabique y ponme aquí una cenefa, la mansión acabó convertida en un descomunal laberinto de escaleras que no llevaban a ningún lado, ventanas en el suelo, puertas que se abrían a paredes y armarios como el de Bender. 160 habitaciones, tres ascensores, varias torres y dos sótanos como campos de fútbol. Todo para que los espíritus vengativos se perdiesen de camino hacia la propietaria. Llegó un momento en que incluso los obreros y los sirvientes de la señora tenían que usar mapas para manejarse dentro de aquel sindiós.


Con todo, el aterrador edificio palidece cuando lo comparas con el motel de carretera donde acabábamos de pernoctar (escribir "dormir" habría resultado demasiado generoso). Tengo tolerancia a los cuchitriles, de hecho puede que hasta los celebre con cierto orgullo masoquista, pero lo del Traveller's Rest de San José superó todos los límites. Jamás imaginé que un lugar así fuera posible.  


Francamente, cualquier sitio habría sido preferible.


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jueves, 20 de febrero de 2014

EN BARCO, EN EL ELEFANTE, EN TREN...

Anoche, echando unas pintas con R., nos contó que había contrastado los datos que proporciona la novela con los registros ferroviarios de Oakland para calcular el momento exacto en que Phileas Fogg (Willy, para los amigos) pasó por Davis en su periplo a través del globo.

Las 10 y 42 de la noche del 3 de Diciembre de 1872.

Viniendo de alguien como R. no queda otro remedio que creerle. Se trata de una especie de genio loco que posee conocimientos y datos estadísticos acerca de prácticamente cualquier ámbito del saber. Hablo de un tipo que se las apañó para fabricar su propia impresora 3D casera y la utiliza para producir calzado, aunque a nosotros nos imprimiera este simpático pulpito:   


Julio Verne estaría orgulloso.

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viernes, 14 de febrero de 2014

LA CANCIÓN DE DAVIS


Otra de las cosas que caracteriza a esta ciudad son las obras de arte urbano dispersas por todas partes. Es imposible dar un paseo sin toparse con una escultura de chatarra o un chalado haciendo algún tipo de performance. El pasado Octubre, recién llegados nosotros, se nos pasó la oportunidad de asistir a la inauguración de un mural junto a Central Park, la plaza donde se celebra el mercadillo. No se trata de un mural cualquiera: en sus 440 azulejos está escrita e ilustrada la letra de la Davis Song, compuesta en 1987 y considerada desde hace años como la canción oficial de la ciudad.


Y dice así:

The Davis Song

16 miles from Sacramento, heading west on 80.
You will find an oasis where avenues are shady.
Laid out on a grid of alphabets and ordinal numbers,
You’ll find merchants selling pizza, cars, groceries and lumber.


Folks go ped’ling to and fro, to work, to shop, to classes.
Others sit and chat at cafés, clinking ice-chilled glasses.
Some would rather jog about, or do some skateboard jive.
Yes I guess, I really must admit, some people drive.


The city I sing of is DAVIS.
It’s the place the UC Regents gave us,
Over hundred summers are the norm I better warn ya.
D-A-V-I-S C-A spells Davis California.


Aggies, bikes, tomatoes, Picnic Day, greenbelts and vet school,
Farmers Market and the Rec Pool
Amtrak stops here umpteen times a day,
What more could a person ask for, what more can I say? Oh!


Pu-tah Creek, the Ar-bor-ee-tum, Cen-tral Park, you just can’t beat ‘em.
Solar homes and a sloooow freight train through town,
I don’t understand how any one can put it down.


The city I sing of is DAVIS. Where the peace of mind I crave is
If I ever move I know I’m gonna mourn ya,
D-A-V-I-S C-A spells Davis California


Some may claim we’re in the sticks…please write 95616
….And now that we are oh so great, we’ve added 95618.
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